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jueves, 29 de enero de 2009

El callejón del puerto


Sabía pelear como los guapos. En el puerto no había quien le ganara a sus puños de acero. Le tenían un miedo cerval, a ese hombre que había derribado de un solo golpe una yegua embarbascada, y con su falcada, abriendo tajos certeros en la carne apretada, había dejado viudas a una decena de mujeres de estibadores con tradición en la historia del lugar, en el arte del deguello. Sólo que aquella noche serena, de plenilunio, cuando salió del barcito del muelle, oliendo a ron nativo, confiado de su astucia, al ver a los seis hombres que se atrevían a franquearle el paso, blandiendo sus puñales, apretó la falcada y embistió al primero, destrozándole el corazón de una sola puntada, al segundo en diestro lance, romperle la yugular hasta el desangre, pero nunca pensó, cuando retrocedió unos pasos, para esperar al tercero, que la sombra que se proyectaba a su lado, no era la suya, sino la de la misma muerte, emergiendo cuchillo en mano de la misma oscuridad del estrecho callejón que daba al puerto, a donde no llegaba la luz de la luna llena.

martes, 27 de enero de 2009

Cataplum plum plum


Ya escribió su primer libro, sin importarle si era novela, cuento, prosa poética, poesía, ensayo. Lo escribió a su manera, a su gusto, a su medida, sin cartabón de sastre. Qué importaba la forma. Interesaban los sentimientos, la pulpa de lo que quería decir sobre los intersticios de la ciudad: Piedecuesta, su Pasión Callejera. Ahora, vuelve Deivin Salazar, con un texto sangrante, en ese dolor con el que Andrés Caicedo (Calicalabozo, !Qué viva la música¡), se arrancó la entrañas para manchar con la palabra la hoja en blanco, en El cuento de mi vida. Si ahí está Cali, y una herida que supura en Andrés Caicedo, en Deivin Salazar, está Bucaramanga, y ese adentro suyo,colmado de náuseas, prestas a regurgitar sobre sus calles sin sin destino ni futuro, en el relato onomatopéyico y sardónico de Cataplum plum plum, que dejo a disposición de los lectores de La Joroba del Camello.




Estoy de vuelta al hospital psiquiátrico san camilo, la dosis de una semana fue
exuberante como para volver de nuevo al manicomio, el lorazepam,
holoperidol, trazodona, biperideno y el hidazolam dejaron mi cabeza lesionada,
pero no, no volveré de nuevo, es suficiente con que me seden para volver
al escritorio del doctor, que me invito a pasar unas vacaciones con
enfermos mentales, indigentes y locos de esta ciudad podrida.



Ahora veo
la ciudad como un enfermo, pero quien no, después de haber estado rodeado
de locos como el fanático de la Biblia que compartió habitación conmigo, el
indigente que deliraba con furor y delirio y el trato hospitalario de los enfermos
que te tomaban la presión como un videoclip punk. Me amarro las zapatillas y
empiezo andar la calle de esta ciudad enfermiza. Ya la acera no es la misma y
busco divagar entre andenes, el sol me hace escupir saliva que moja el suelo
de los locos del centro, tiro calle arriba y abajo y veo los alambres de luz con
zapatos amarrados que se van viendo cada vez más, me atrapa el color
mugriento de las fabricas, donde los obreros se hacen en horas de almuerzo,
las paradas del bus están aferradas al cemento del andén donde los ladrones
esperan la hora de actuar, es difícil confiar en la gente, después de todo
vivimos en una selva de cemento, paso cerca de una puta que me mira con
aliento de follar, pero no me apetece. Tengo los calzoncillos mojados de sudor
de tanto andar y se me empiezan aparecer nubes que son reflejadas por los
ventanajes de los edificios, me sumerge la ciudad, todavía me siento drogado
de tanta medicina y se me dificulta recordar mis días de interno, Bucaramanga
me da asco, me dan ganas de poner una bomba en el centro y crear caos, la
monotonía me asfixia , como cuando me intente suicidar con una sÁbana y se
me puso la cara morada. No quiero hablar de calles, ni de avenidas, ni de
parques, la ciudad es la misma en todas partes, la ciudad esta fragmentada
pero es la misma desde donde la veamos, con bares, instituciones, estaciones,
hoteles e iglesias. A veces me encuentro escaparates en las calles, cuando
estoy de suerte me tropiezo con televisores o neveras dañadas, los indigentes
las arrastran como mulas andantes y se pierden en el desierto de las calles.
Ya no se que hacer, necesito escapar, mis zapatos están rotos y solo tengo un
par, si entro a alguna fabrica me sentiré controlado y eso no me va gustar, la
anarquía de Bucaramanga dónde está, no hay anarquía, no existe la anarquía,
todo esta en mi mente llena de secuelas, pienso en el suicidio, no futuro.
Despertaría en un andén, pero mi cuerpo no resistiría, mi depresión es muy
fuerte y no encuentro escapatoria. Paso por panaderías, licoreras, súper
mercados, tiendas y ferreterías. Escribo y me tropiezo, quiero contar historias
de esta ciudad asquerosa, pero se vienen en mi mente las pocas imágenes
que recuerdo del manicomio, recuerdo la entrada y la salida. La entrada fue
espantosa, el olor del hospital era pestilente y los enfermos esperaban su turno
con el loquero, me impacienté, pero ya era demasiado tarde, seguía mi turno, la
persona que me acompañaba fue la que me encerró, el psiquiatra me hacia
desesperar con su sonrisa falsa e hipócrita, pero mi mente solo se quería
drogar en ese momento. El siguiente psiquiatra era un estudiante de medicina
que hacia su práctica y conversó con migo aproximadamente 45 minutos, pudo
haber sido menos o más, en ese momento mi percepción era subjetiva, no
quise levantarme de la silla y salir del hospital, quise esperar, pero cuando
quise salir, ya estaba sedado. Todo se puso gris y el enfermo que estaba al
lado mió en otra camilla me dijo que no me preocupara y me contó que había
estado hace mucho tiempo en este mismo lugar y que en ese entonces los
enfermeros le pegaban seguido. Algunas siluetas recuerdo, el enfermero me
lleva en una silla de ruedas por un pasillo, pero de ahí no recuerdo que más me
paso con exactitud. Que me pudo haber pasado ahí adentro, imágenes
borrosas, pastillas, pastillas y màs pastillas, los enfermeros hablan entre ellos,
no creo que les importe nuestro bienestar, hay un enfermero que se pone
hablar con otro del salario, lo más repugnante era la comida, el jugo sabia a
cebolla, ya no quiero estar aquí, son solo imágenes borrosas, lo peor fue cuando
me dio una especie de parálisis nerviosa, caí al piso y me revolcaba, hasta que la
enfermera de turno se digno y me sedó. Intento recordar, mi mente está muy
compulsiva, me tiro al piso y pienso en noches de insomnio, en mis días de
callejero y las tantas veces que me escondía para drogarme. En el hospital te
tienen hora para levantarte, bañarte, desayunar, almorzar, comer y dormir, mí
mente esta siendo devorada por esta medicina que no me deja en paz….. todos
son monstruos, que andan entre baldocines, como jugando a ser criaturas,
criaturas somos y me atormenta saber que la vida ya no tiene un significado,
todos miran y alucinan, algunos son amarrados en camillas y agonizan,
otros frasean palabras, quiero reventar, la locura esta en la cabeza, todos somos
monstruos, monstruos, monstruos….. en horas de visita salía al patio central y me
quedaba viendo las nubes, quiero seguir recordando, pero no recuerdo más, no sé
si hice amigos, si la enfermera estaba buena o si el color de las paredes era
blanco o amarillo. No recuerdo nada más, es un recuerdo sin recuerdo, es lo único
que recuerdo y quedará como un recuerdo marcado en mi vida. Mi visita al
manicomio fue un transcurrir de días que me hicieron olvidar lo callejero, aunque
en noches de insomnio, entro en pasajes artificiales y busco salidas para
aguantar lo cruda, espantosa y mierda que es la ciudad.
Vivimos en manicomios y nos enseñan lo cruda y fría que es la vida, arrastrado
voy en busca de algo que me haga escapar y encuentro en mí pasar sólo un trago
amargo de ciudad.

sábado, 24 de enero de 2009

Polvo de estrellas


Siempre serás mi sensitiva,

desde acaso,

cuando eras un sueño

en las pieles

urgidas del deseo

que hicieron tangible

tu belleza carnal

y tierna como una rosa;

salvaje

y dulce como la miel

temblorosa en el paladar.

Ya te presentía,

cuando los hornos

esperaban la moldura

de tus salaces formas.

!Qué importan otros hombres en tu vida¡

¡Qué importan otras mujeres en la mía¡

si sólo tú eres polvo de estrellas.

lunes, 19 de enero de 2009

Huellas en la arena


El mar,

la arena,

la luna,

y vos

desnuda,

dejando huellas

en la playa húmeda.

domingo, 11 de enero de 2009

Muero


Has llegado a mi,

hecha boca,

tajos de manzana

que acaricio en la foto.

Labios de papel,

al fin los tuyos,

y siento humedecerse

en los míos.

Has llegado a mi

en el deseo de bajar

hasta tus piernas,

y escribir indeleble,

con esperma de mis entrañas:

sin vos muero.

viernes, 9 de enero de 2009

EL sur si existe, tiene rostro de verso de mujer






1



Uno de los rituales más gozosos es el de leer, y escribir poesía . No por evadir la realidad, como alguna vez, en medio de los tragos, me lo sugirió un amigo, cuando en la camaradería que genera el alcohol, le confesé que escribía y digería poesía con la ansiedad de un náufrago.Pierdes, el tiempo, dedícate a hacer plata. La poesía sólo sirve para anestesiar los problemas. Hoy, después de muchos años de haberle dado la vuelta a la vida, con un maletín ejecutivo colgando de su mano, repleto de contratos, me lo he vuelto a encontrar. Agonizaba el 2008, y en su noria de hombre de negocios, paró en Bucaramanga a redescubrir los rostros familiares y de paso el de los amigos, si es que el tiempo y la memoria se lo permitían. Fue él quien me reconoció (!vaya memoria la suya¡) en el puente que une los centros comerciales de La Florida y Cañaveral. Ala!, Carlos Augusto -tronó su característica voz jupiterina- no se acuerda de mí?. Mis ojos buscaron su rostro permeado por el tiempo, y en esa mueca irónica de sus labios, supe que tenía al frente, al viejo amigo detractor de la poesía. Me abrazó emocionado (casi muero de afixia entre sus musculosos brazos. Alzaba pesas, hacía perillas, le daba puños a un saco de lona, y montaba bicicleta estática, para mantenerme, brother, para mantenerme, brother, ahora que vivía en Miami).Me invitó a una cerveza. Sabes, brother, que de los amigos de aquellos tiempos de cuando estudiábamos en el Balbino García, de quien más me he acordado es de tí. El teatro, y la poesía, y esas ganas de cantar que era lo que más me gustaba. Mierda, te ponías a cantar a Yupanquy, yo me acuerdo, y a ese otro man chileno que cuando el golpe a Allende, en un estadio, un militar le dio un sablazo en los dedos. Me parecías un soñador...pero en el fondo me gustaban todas tus guevonadas, brother, y mira que criticaba que leyeras y escribieras poesía. Y, no me lo vas a creer, por la poesía tengo a la que hoy es mi compañera inseparable. Te confieso que en secreto leía a Neruda, a Silva, a Rubén Darío, a Vallejo(hizo una pausa y apuró la Club Colombia). ESo ayudó, porque tuvimos una pelea con Catalina, es colombiana, también, samaria, y no quería nada conmigo. Me dolía que no quisiera reconciliarse. Entonces le escribí un corto poema, que la conmovió: sin ti ya no soy/para qué la vida/si la vida eres tu/ y ya no te tengo. Se levantó, pagó la cuenta, me dio un abrazo, y ahí a la orden, brother.Y, escribe sobre esto si quieres, pero no digas mi nombre, brother. Alguien lo esperaba, era su Catalina.
2


La poesía, entonces, hermana. Ojalá los ministros de guerra fueran poetas, o los mismos presidentes verseadores, para que en lugar de balas, lanzaran por las bocas de los cañones de los fusiles poemas de paz y de justicia social.Y es por la poesía que me he acercado a otros, tiene rostro humano, se siente el corazón del otro, su dolor su angustia o su felicidad. Es como una hogaza de pan compartido: sabe a amor. Por eso grato, gracias a los versos, tener ahora la cercanía de mujeres hechas poema, como Déborah Eguren. Con esta mujer, parodiando a su paisano, Mario Benedetti, uno podría decir: el sur si existe, tiene rostro de verso de mujer.


3




Débora comparte el verso con la cátedra literaria. Ha tenido la fortuna de esparcir sus poemas en recitales en Paysandú y Montevideo, con Lucía Borsani, otra poeta uruguaya que se casó con la poesía, para fortuna de la misma, a quienes sus detractores, le cantaban por adelantado el requiem in pace, con la masificación de los medios electrónicos y la insurgencia de la informática,y el internet, éstos no han hecho más que apuntalar la creación poética. Los versos de Déborah, se alojan en antologías, y en obra propia (sobre esta última habrá tiempo para que en crónica ya convenida, se converse sobre el tópico).

4



En Antología PLata-Caribe, Poesía Dominicana y Uruguaya del siglo XXI (2008), fueron escogidos los versos de Débora, para hacer parte de este florilegio poético de vates dominicanos y uruguayos. Débora sabe pintar la vida , ahí en sus líneas poética, la existencia, un avatar, una vicisitud, como en un fresco, cuando escribe:






Allá lejos

allá lejos hay ferias gritando de gente y un hombre
se despereza de lunes allá lejos cae lluvia y hay vecinas
que guardan esperanzas en los delantales hay guindas de
jugosos olores y nadie quiere sufrir allá lejos el mundo
se pone redondo de cosas que suenan o gimen allá lejos
hay ángeles poco santos hay injusticia y viento y chocolates
en hermosas fiestas de novias ilusionadas hay amaneceres limpios
y voces a destiempo hay agua bendita con padrenuestro
allá lejos hay rutas de pesadilla y ámbar
hay delirios bocas redondas de amor
golpes de puño escupiendo una cara
juicios postergados
metafísica
engaños
escalones para subir
y bajar
rock
luz
hay cosas desmadradas
hay juan y maría
hay te quiero
allá afuera hay guerras santas y hay quien se suicidó
y no fue de amor hay lunas y circos hay monjas de silencio hay
cáncer y sanaciones allá afuera hay animales pariendo
enjaulados hay mar lavaplatos y libros de didáctica
con tapas coloridas allá afuera hay papeles que no dicen
y discursos de corbata y balcones enamorados
cosechas de maíz y burdeles de orina triste
hay quien hace la revolución hay quien anda viviendo
y hay quien anda muriendo y todo transcurre rápido y no nos damos cuenta
porque el jodido tiempo va y va y va mientras este poema
se resbala de nacido
allá lejos es acá cerca.





Sus versos también hacen parte de la Antología de la poesía erótica latinoamericana de Chiapas, acogida en el título de Al filo del gozo, responsabilidad editorial de Viento al hombro. Destacable, esta empresa de recoger voces femeninas de la poesía erótica que se cuece más abajo del río Bravo. Esta antología, un termometro, para medir la temperatura sobre un tema que a pesar de Gioconda Belli, Orietta Lozano, y otras poetas latinoamericanas, ha sido monopolio de los hombres. Con Al filo del gozo, se rompe un mito: las mujeres también saben expresar , através del verso la respuesta de la piel a la caricia, a la ola que rompe diques en el más esperado de los naufragios, como en el poema de Débora:




RITUAL

Tras la ventana cerrada
llegás hasta mi

No te miro
presiento tan solo lo que vendrá
sospecho la próxima estación
y me resguardo con cautela
para entregar sin pretextos lo que soy

Se rompe el protocolo
y nace la metáfora mas perfecta
el encuentro de dos cuerpos que se saben
que se hablan sin decir
que se escuchan sin hablar

Engarzo mi deseo en tu piel y caigo
me deslizo
desciendo por el desfiladero de tu pecho
que me abandona
y me amarra

Tiemblo
tiemblo de frente al jadeo que inicia el ritual
la mirada entrecerrada
el vaivén desatado
las manos buscando
arañando bordes agrestes
descubriendo tu sabor marino


Afuera llueve


Adentro la marea nocturna


5

Son las siete de la noche cuando le doy las últimas palabras a esta nota. Ha intentado llover, después de tantos días de calor, pero es una llovizna que cae a pedazos, haciendo pausas. El calor no baja, o quizás si. Es el poema de Déborah, que ha puesto la temparatura a punto de reventar el tubo del termómetro de la piel.








miércoles, 7 de enero de 2009

Memorias


El viejo callejón,

y sus balcones de hierro entristecido.

El barcito aquel,

donde Jara rumiaba en la victrola

"te recuerdo Amanda...".

El motelito de dos pisos,

a donde los fines de semana

pagábamos la cuota de amores

clandestinos,

todo intacto,

menos tú.

domingo, 4 de enero de 2009

Patricia Ariza: proceso contra el teatro colombiano, la palabra y el pensamiento



Se llama Patricia Ariza. La conozco desde siempre, porque siempre ha hecho lo que a mi me encanta hacer personalmente: pensar con independencia, abordar la palabra desde la poesía, la narrativa, la crítica y la dramaturgia,y subir a un escenario a desempeñar un rol, llamémoslo pedestremente: actuar, y oficiar en la dirección de montajes teatrales, desde una postura abierta y cuestionante de nuestra sociedad. Esa ha sido su vida, o su delito, porque fuerzas oscuras, se han venido -últimamente- ensañando contra esta mujer inteligente, promotora cultural, por haber sido nadaísta (quién no lo ha sido), empatizar en algún tiempo con el sentir "hippie", simpatizar con el Polo Democrático, y pensar en la construcción de un país mejor.
Uno piensa que si en el gobierno nefasto de Turbay, también quisieron negrear al Nóbel colombiano, Gabriel Garcia Márquez, por sus declaraciones nada gratas para el presidente en comento, por actuar contra principios esenciales de las libertades políticas y de libre expresión, y que casi le fuerzan a asilarse en la embajada mejicana, por qué no ahora, cuando hacer política contra el presidente Uribe, ya no es un ejercicio democrático y de libre examen, sino un acto insurgente.

Patricia Ariza , proveniente de la provincia de Vélez, llegaría a Bogotá, hacia 1948, huyéndole a la violencia partidista, con sus padres. Estudiaría en la Universidad Nacional artes, al lado del maestro Augusto rendón, Darío Morales, entre otros, y su maestra sería Marta Traba, argentina que vino al país (esposa del crítico latinoaméricano Ángel Rama, ambos desaparecidos en aparatoso accidente aéreo en España), y sacó la plástica nacional de una inocuidad enfermosa, para jalonarla hacia creaciones de mayor vigor, trascendentalismo y universalidad.

Con el maestro Santiago García, paisano suyo, también huyente de la violencia, fundarían El teatro La Candelaria, en la antigua Casa de la Cultura de Bogotá, y vivirían 21 años de maridaje, con hijos a bordo, pero cuya separación no fue obstáculo para que Patricia, siguiera desarrollando sus proyectos teatrales de creación colectiva o individuales, con este colectivo teatral que permanece en el espacio y el tiempo, a pesar de lo duro que es hacer teatro independiente en Colombia, ajeno a los intereses comerciales, y desde una postura de dramaturgia nacional, afincada en la problemática del país.


Aparte de la Candelaria, Patricia realiza otros proyectos, al empujar festivales de teatro bajo el auspicio de la Corporación Colombiana de teatro, de la cual es presidente, trabaja con comunidades indígenas y de desplazados, y además es mediadora del Movimiento Social que jalona la idea de un proceso negociado y político con perspectiva de género para darle una salida al conflicto armado que vive Colombia.

Observándola tan ocupada en tantos frentes del arte, la política, y la promoción cultural, uno se pregunta, de dónde saca tiempo Patricia Ariza, para escribir poesía, pues fue Premio Nacional ídem, hacer crítica, y perfilar la dramaturgia de sus trabajos de creación individual. La imagen que tengo de Patricia Ariza, es la de sombra grata como la de una ceiba, que cobija al maestro Santiago García y su teatro La Candelaria. Sin ella, es indudable, que el mejor teatro del país que arriesga y se atreve hacer dramaturgia para afrontar las cosas y los problemas del país sin caer en sociologismos, ni menos en la pancarta -en esa actitud del amaestro del Ciopo y su emblemático Galpón montivideano- tomándolos desde una escritura propia ( GUadalupe Años sin cuenta, La ciudad dorada, Corre, corre chasqui carigueta, DE Caos & De cacaos) y del mismo teatro clásico griego, como en el caso de Antígona, que emerge de aquellos tiempos en que Patricia estuvo en el Urabá, y las mujeres, víctimas de la guerra, le contaban que no podían enterrar a sus esposos, como en la obra de Sófocles, donde se prohibía a los familiares inhumar a sus hombres muertos en combate.
Ahí está también, su obra, El viento y la ceniza, que en 1986 Frunprocep trajo a Bucaramanga, para lanzar el texto escrito a cuatro manos, con Álvaro Ramírez Ortiz: La Candelaria: identidad cultural, dramaturgia nacional. Era ese texto, un homenaje que tanto Álvaro como yo, le queríamos rendir a La Candelaria, y al infatigable maestro Santiago García, que morirá como otro de los paradigmas del teatro colombiano, el desaparecido maestro Enrique Buenaventura, subido en las tablas y dirigiendo.

Las oscuras maquinaciones contra Patricia Ariza, no hablan muy bien del país, como tampoco dejan muy bien parado a Colombia, con las añagazas que se tejieron y si seguen tejiendo contra el periodista y sociólogo, el maestro Alfredo Molano. Será que usar la palabra desde cualquier esquina de la literatura, el periodismo, el pensamiento, la crítica y la dramaturgia de manera independiente, es razón para un proceso?. No hay derecho al pensamiento diverso, a la controversia, a la discusión, y sólo tiene cabida el unanimismo? Entonces, si no hay derecho a la disensión como lo dijo el ensayista, poeta y novelista, William Ospina* "que empiecen a procesarnos a todos".









*OSPINA, William. Querida Patricia Ariza. En: El Espectador. Bogotá(Domingo 28 de diciembre de 2008), p.44












jueves, 1 de enero de 2009

LAS DOCE UVAS


Al salir del bar le entró un mareo, la brisa me ha hecho daño, pensó. Había quedado de encontrarse con la mujer en el atelier que le había dejado a cuidar por estos días de fin de año, su amigo el pintor francés, Jean, de vacaciones en la Riviera, con una gringuita que había llegado al puerto, venida de Arizona, hija de petroleros, y con ganas de aventuras. Cuando ganó la avenida, se acordó que por ahí cerca, en uno de los callejones, vivía su hermano. Tuvo que devolverse al bar, porque se le habían olvidado las uvas para celebrar la partida del año. En el apartamento de mi hermano, me baño, y me compongo. Miró el reloj. Eran las once de la noche. Aún tenía una hora. Después de comerse las uvas, beber la champaña y lanzar las copas por la ventana, le pediría que se casaran. Sentía que amaba esa mujer. La quería en todas formas. Le gustaba cómo lo besaba, entornando los ojos, y la sentía tierna, cuando le decía, mi bebecito. Añoraba las tardes, en que ella llegaba al atelier, y se desnudaba lentamente, de espaldas a él, mirándose en un espejo de luna con un deleite narcisista de su piel fresca y joven. Adoraba la curva perfecta de su cintura, y sus gluteos recios. Al entrar al callejón, le pareció ver una mujer parecida a su Alondra, así la llamaba, a cambio de Juana, que le parecía pedestre. Vio como subía al edificio donde vivía su hermano. Debo estar loco, para pensar que es ella . Trató de alcanzarla, pero la mujer ya iba escaleras arriba, cuando él ganó la portería. El portero no le dio información alguna, apenas despegó los ojos del periódico, no he visto pasar a nadie. Y, el señor para dónde va? Le contestó, al segundo piso. Ahí vive mi hermano, Braulio Jerez. Rascándose la cabeza, después de quitarse la gorra, él salió hace rato. No le quedó más remedio, que salir a la calle, y encaminarse al atelier. Pero antes echó una mirada al segundo piso, y detalló que el apartamento de su hermano tenía las luces encendidas, y observó a su hermano y la mujer, es Alondra, la !puta madre¡, salír al balcón, besarse encendidamente, y pasarse de boca a boca las doce uvas celebrando la llegada del nuevo año, mientras en el puerto estallaba la bocina del carro de bomberos, y los juegos pirotécnicos reventaban el cielo despejado del muelle, en miles de figuritas multicolores.